Compartir con mujeres a mí también me daba miedo…

Ayer estuve hablando con una amiga mía de la infancia que justo ahora se está separando y se siente muy perdida. La invité a que se viniera a mi Retiro presencial de agosto porque sé que le va a ayudar mucho a conectarse consigo misma, a recargar y a nutrirse… y ella me contestó que le daba miedo.


Y entonces me acordé de mi primer retiro hace ocho años. Yo nunca había hecho nada así y mucho menos solo con mujeres y también tenía mucho miedo. Mi suerte es que, como me recuerda siempre mi marido, cuando se trata de hacer cosas nuevas, yo primero las hago y luego las pienso. Y así fue esa vez también.


Me apunté porque una conocida me recomendó a la mujer que organizaba el retiro. No me lo pensé dos veces, no leí toda la información, no me pregunté qué haría toda una semana en un grupo de 50 mujeres desconocidas, no investigué sobre qué es un retiro. Simplemente seguí mi intuición y una voz interior que me decía “tienes que ir”.


Por aquel entonces yo no había estado nunca en un grupo exclusivo de mujeres. Para ser sincera, me asustaban las mujeres. Me comparaba mucho con ellas y me sentía insegura ya que sufrí mucho bajo la envidia y maldad de otras mujeres, al principio de niña, luego de adulta con mis jefas y compañeras de trabajo.


Así que llegué al retiro muy escéptica, con muchas dudas y miedo. Además, mi lado racional y masculino estaba muy preocupado por el hecho de que no íbamos a estudiar ni aprender ningún método concreto, sino simplemente íbamos a pasar (para mí, “perder”) tiempo juntas charlando, cantando, bailando y en silencio meditando.


No sé exactamente cómo ocurrió porque la verdad es que fue para mí como un milagro, probablemente estaba ya madura, lista, sin saberlo, para un cambio profundo en mi vida, pero la realidad es que me pude abrir a toda una serie de cosas que nunca había experimentado antes.


Pude abrirme a esas mujeres que eran completamente desconocidas y compartir cosas muy íntimas que nunca le había dicho a nadie.


Pude escuchar a otras mujeres y ver que detrás de una fachada a veces muy segura o fría, se escondía una persona muy frágil, con muchas inseguridades.


Pude comprobar que los miedos que yo tenía a ser rechazada por las demás, a no gustar, a no encontrar mi lugar en el grupo, eran miedos compartidos por las demás y eso me relajó mucho.


Y, poco a poco, al irnos todas mostrando cada vez más, pude empezar a relajarme y a abrirme a una forma nueva de contacto y de intimidad.


Pude conectarme con la música y bailar sin preocuparme por las miradas de los demás, simplemente sintiendo mi cuerpo y moviéndolo de forma libre.


Pude unir mi voz (aunque pensara que no sé cantar) a la voz de las otras mujeres mientras cantábamos canciones en idiomas antiguos y desconocidos, y pude desconectar mi mente juzgadora cuando las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas sin que yo entendiera la causa o motivo de ello.


También pasé mis primeros momentos de soledad consciente. Paseos largos en silencio sola conmigo, para poder sentir cómo estaba por dentro, cómo me sentía.


Pude darme cuenta de lo dependiente que me había vuelto de mi móvil y del contacto y estímulos del mundo exterior y ver lo mucho que me cansaba el estar siempre pendiente de los demás.


Pude desconectar, realmente olvidar el resto del mundo y respirar profundamente.


Pude darme permiso para, por primera vez en mi vida, pensar sólo en mí misma y escucharme.


Fue como si hubiera cerrado la puerta de mi habitación para estar un momento tranquila mientras el resto del mundo seguía hablando a gritos, estresado y muy activo en el comedor.


Con el tiempo a ese retiro le siguieron muchos más, a veces mixtos, pero muchos de ellos solo con mujeres.


Y llego un día en el que sentí el impulso de compartir todo lo que yo había aprendido e integrado en mi vida con otras mujeres organizando mis propios retiros.


Mi próximo retiro de mujeres va a ser muy especial para mí porque mi hija de 20 años también va a participar y solo por eso ya vale la pena organizarlo.


Querida, te invito también a que te unas a nosotras, aún si tienes miedo… sobre todo si tienes miedo, porque te aseguro que no te arrepentirás y tu corazón, tu alma y tu cuerpo, te lo agradecerán infinitamente. Ya solo nos quedan 4 plazas libres.


Es del 12 al 15 de agosto en la naturaleza en un lugar cerca de Valencia. Tienes todos los detalles en la página del retiro presencial Parar para Recargar.