Querida mujer, en este viernes de agosto quiero compartir contigo algo que me ronda últimamente y que espero también te sirva de reflexión.
Yo soy parte desde hace ya meses de un movimiento muy amoroso y muy potente de mujeres que a mí me ha transformado la vida y es una de las fuentes más grandes de sostén que tengo. Recientemente he invitado a varias amigas a que se unan al grupo y he visto con gran asombro cómo me han dicho que no, y es un NO que también oigo a menudo entre clientes potenciales mías, cuando les ofrezco algo que yo sé que les puede ayudar pero ellas tienen miles de explicaciones para no seguir ese camino.
Me he dado cuenta de que se trata muchas veces de un NO a nosotras mismas, un NO a salir de la queja, de la vida difícil que nos hemos creado y a la que nos hemos acostumbrado.
Me he sentado a pensar en lo que me ayudó a mí hace unos años a salir de esa dinámica de no creer en que la vida, mi vida, podía ser fácil, que yo me lo merecía todo, que yo podía ser feliz aquí y ahora sin tener que esperar conseguir el trabajo de mis sueños, la pareja de mis sueños, el dinero que necesito o miles de cosas más que estaban en mi lista.
En mi camino recuerdo que hubo un momento clave que me ayudó a empezar a ver las cosas de otra forma. Uno de esos momentos en los que algo hizo clic dentro de mí y ya nunca volvió a ser como antes.
Yo acababa de empezar, por accidente, mi formación como coach y tenía que decidir si iba a seguir o no. Tenía miles de dudas porque el profesor no me gustaba, además, tenía que invertir mucho dinero y sacar tiempo para la formación. Bueno, tenía una larga lista de razones que justificaban NO seguir con la formación. Pero algo dentro de mí estaba inquieto y con la duda de qué hacer. Así que decidí hablar con el profesor de la formación y le dije claramente que él no me inspiraba confianza y le pregunté qué me podía ofrecer él para hacer que yo me sintiera segura de que era bueno para mí seguir. Él, con toda calma me dijo: “Sonia, existen dos tipos de confianza, la que viene del pasado y la que viene del futuro. La del pasado está basada en cosas que has vivido y que han hecho que, con el tiempo, te sientas segura y puedas confiar. Por ejemplo, si conoces a alguien desde hace mucho tiempo y ya tienes tanta experiencia con esa persona que sabes que puedes confiar en ella. Y, luego, está la confianza del futuro, la que sale de dentro de ti porque tú ELIJES confiar. No tienes ninguna evidencia de que eso vaya a funcionar, pero sientes que es algo que quieres probar y DECIDES confiar. Esa confianza no viene del pasado, viene de tu creencia de que tu futuro va a ser mejor. Esa es la única confianza que existe, la que está basada en la ESPERANZA y en la CREENCIA de que las cosas SÍ que van a ir bien.”
Gracias a aquella conversación yo decidí confiar en mí, confiar en la vida y confiar en que lo que me decía mi voz interior era tan cierto como todo lo que me decía mi cabeza. Ese mismo día decidí seguir con la formación y esa fue la puerta de entrada a una vida que iba a estar llena de retos pero también de los mejores momentos que he vivido nunca.
Estoy convencida de que el paso hacia una nueva vida para cada una de nosotras solo lo podemos dar si CONFIAMOS PLENA Y SALVAJEMENTE y desde ahí tener FE en que todo va a ir bien.
Yo ahora mismo me estoy lanzando con nuevas ideas profesionales porque confío en que funcionen, le voy a dar un gran SÍ a mi pareja porque confío en que funcione, confío en que mi hija sea feliz en la ciudad donde va a empezar a vivir, confío en que la vida me siga sonriendo y cuidando tanto como lo ha hecho hasta ahora.
Y, tú, querida, ¿en qué decides confiar? ¿Cuál es ese salto al vacío que vas a dar porque eliges confiar?
Me encantará leerte y sentir lo que comentes. También las dificultades que puedas tener en confiar y las estrategias que utilizas para poder confiar aún cuando tu cabeza te dice a gritos que no lo hagas. Cuéntame…